Sensación de hambre verdadera y falsa en el estómago

El primer científico que se interesó por el mecanismo por el cual aparece la sensación de hambre en el estómago fue el famoso investigador y fisiólogo IP Pavlov.

Realizó una serie de experimentos con perros y determinó que el cerebro de un ser vivo posee una zona específica para la alimentación, responsable de la aparición de la sensación de hambre y saciedad. Si se envían estímulos a la zona que determina la sensación de hambre, esta se intensifica; pero si esta zona se daña, el hambre desaparece.

La zona de saciedad funciona de manera exactamente opuesta: cuando se suministran estímulos a esta zona, el cuerpo se siente lleno, pero cuando la zona está dañada, se instala una sensación incontrolable de hambre.

El científico descubrió en la práctica que ambas zonas interactúan, contrarrestándose mutuamente: la sensación de saciedad suprime la sensación de hambre, y viceversa.

Pero ¿qué es exactamente lo que provoca que el cerebro envíe señales de hambre o saciedad?

La primera hipótesis comprobada sobre las causas del hambre fue el experimento del mismo científico Pavlov. Creó un falso llenado del estómago en un animal de experimentación: como resultado, la sensación de hambre desapareció por completo. A partir de este experimento, se concluyó que la sensación de hambre en el estómago se debe a su vacío y disminución de volumen, y que cuando el estómago está lleno, no se reciben señales de hambre.

Sin embargo, esta teoría fue posteriormente complementada, ya que no siempre se correspondía con la realidad. Cuando un perro hambriento recibía una transfusión de sangre de un perro bien alimentado, el primero se sentía lleno. Al mismo tiempo, el estómago del perro permanecía vacío.

De esto se concluyó que este síntoma depende directamente no sólo de la plenitud del estómago, sino también del nivel de glucosa y nutrientes en la sangre.

Falsa sensación de hambre

Puede aparecer en muchas situaciones, pero es necesario reconocerla y distinguirla del hambre real a tiempo. Esta sensación de hambre puede ocurrir por varias razones:

• Consumo de alcohol. Incluso en pequeñas dosis, el alcohol aumenta el apetito, por lo que se ha demostrado experimentalmente que, tras beberlo, una persona inevitablemente ingiere más alimentos.
• Ocio, aburrimiento. A menudo, el deseo de picar algo surge al no hacer nada o al ver la televisión sin hacer nada. En este caso, la comida es una forma de mantenerse ocupado y, al mismo tiempo, disfrutar de ello.
• Déficit de sueño y fatiga crónica. Los científicos han demostrado que la falta de sueño y de descanso adecuado altera el equilibrio entre hambre y saciedad, por lo que empezamos a comer cuando realmente no queremos y dejamos de controlar la sensación de saciedad. Afortunadamente, este proceso es reversible: estabilizar el sueño y el descanso restaura nuestro régimen alimentario.
• La presencia de algo delicioso en el refrigerador, las coloridas vitrinas con productos horneados que encontramos por el camino, todo esto nos impulsa a comer incluso cuando no queremos. Al ver un pastel apetitoso, puede parecer que es justo lo que te faltaba. Este estado también se desencadena por la aparición de una falsa sensación de hambre.
• Sensación de hambre por compañía. Incluso si almorzaste hace poco y tus amigos te invitaron a un restaurante, al verlos comer, también buscarás involuntariamente un bocado sabroso. Esto es una manifestación de apetito visual, uno de los factores que provocan este signo.
• Dietas estrictas. Seguir dietas demasiado estrictas y limitadas agota el cuerpo, por lo que empieza a requerir alimentos de reserva en caso de otra restricción o inanición. De ahí las frecuentes crisis nerviosas y los asaltos nocturnos al refrigerador.